sábado , 21 diciembre 2024
el viento

Comentario Evangelio 16 de Noviembre

No tambaleen, manténganse firmes

Hno. Ramón Gutiérrez Pavez, a. a.
Religioso Asuncionista

Mi ventana está sellada, solamente se escucha lo que sucede en la vereda… Pero la puerta está abierta y veo pasar al pueblo que clama y clama.

Resuena y es bueno que así sea, el viernes 18 de octubre. No lo olvidaremos fácilmente. Fue el día del destape de gran cantidad de chilenos y chilenas; muchos no se quieren enterar que algo sucedió ese día y recuerdan los días siguientes, cuando las veredas y calzadas se convirtieron en hogueras de donde brotaba un fuego de justicia, quizá, en algunos casos muy mal expresado, pero un pueblo niño no podía despertar de otra forma.

Nos dice el Mesías “no se asusten si oyen hablar de guerras y disturbios, porque estas cosas tienen que ocurrir primero, pero el fin no llegará tan de inmediato”. No solamente oímos hablar, los religiosos hombres y mujeres consagrados, vivimos constantemente los disturbios de la sociedad en que estamos insertos. Y vuelvo a lo anteriormente dicho: “éramos un pueblo niño”, la justicia se nos fue por alguna rendija. Uso a propósito esta palabra que entienden muy bien los hermanos y hermanas que han vivido situaciones de extrema pobreza viviendo en casas más cercanas a la miseria que a la dignidad de toda persona.

De las casas pobres salieron (y salen) multitud de hombres y mujeres a servir en las casas señoriales a cambio de miserables sueldos y, esto hasta hace muy poco. Como no hace mucho y podemos decir ahora mismo, la justicia está lejos de las fábricas, de las empresas, de los grandes monopolios.

En medio de todo esto el Señor nos reclama y señala: “para ustedes es la oportunidad de dar testimonio de mí”. ¿Estoy “estirando” demasiado el texto? Puede ser, pero no quiero, hermanos y hermanas que leen esta respetable sección de CONFERRE, irme por otro camino que no sea el que está viviendo nuestro pueblo. Somos hombres y mujeres de nuestro tiempo. Por más que nos gusten las apacibles épocas que nos pudo regalar el pasado, ahora nos toca enfrentar este presente con nuestros hermanos.

Debe haber sido un escándalo y una bofetada de Jesús cuando señalaba que el Templo de Jerusalén terminaría siendo destruido. Eso no era para los oídos de sus contemporáneos… Hoy tampoco es para nuestros oídos escuchar que se acaban los inmensos edificios de cristal que guardan ofertas de todo tipo para que “seamos felices” consumiendo. Aunque en Chile sabemos que los terremotos se encargan de mantenernos en constante re – construcción, nos duele pensar siquiera que ciertos monumentos o edificios se pueden desmoronar.

Lo que nos puede que ayudar, en este tiempo que ya nos lleva al fin de un año calendario, es cuidar nuestro propio templo, nuestro cuerpo, creado por Dios para amar y ser amado, este cuerpo que nos identifica para bien o para mal… Este cuerpo con el que cargamos llenos de altos y bajos, el más bello de todos porque somos imagen de Dios, que no se nos olvide.

Este cuerpo nos ha sido dado por Dios como templo maravilloso. Y no debemos soltarle, a este cuerpo, para que siga falsos “profetas”, que no están nunca muy lejos de nosotros, van por nuestras mismas veredas, se acomodan en nuestros mismos acomodos… Sí, cuando menos lo pensamos estamos siguiendo a otros y no al Único que vale la pena seguir: Jesús. Nos ha llamado con amor infinito, sin tener en cuenta nuestras heridas y llagas.

Nos ha llamado simplemente porque se le antojó y por más que queramos es muy difícil dar razón de la elección del Señor.

Lo que es fácil si nos animamos a ser fieles amantes del Señor, es atender a sus deseos y amar lo que Él ama… La Virgen, sin duda porque es su Madre, y la Iglesia que es su Esposa, y en la Iglesia a todo el pueblo de buena voluntad.

No nos compliquemos dando explicaciones sobre nuestro seguimiento de Cristo. He aprendido de varias santas monjas contemplativas que la única explicación valedera es: Él me ama y yo le respondo, Él me eligió y yo le sigo.

En nuestro seguimiento de Cristo, con todo el pueblo que acompañamos recordemos que “ni un cabello de nuestra cabeza se perderá”. “Mantengámonos firmes y nos salvaremos”.

Vale la pena este Señor que, en medio de toda esta batahola social nos anima con las palabras que salen de la boca de Jesús: “No se preocupen por su defensa. “Yo mismo les daré palabras y sabiduría”.

Hoy, aquí, se necesita que seamos libres para amar y entregarnos.

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