“El Espíritu llevó a Jesús al desierto”
Hna. Yolanda Guajardo G., HSJ
Evangelio Según San Marcos 1, 12 – 15
Al leer la palabra desierto, no puedo dejar de pensar en el Norte de Chile, nuestro desierto de Atacama, el más árido y bello del mundo. Muchos hemos viajado como turistas o por otras razones, donde puedo mirar y sentir los detalles del paisaje, (Sol, viento, tierra, cielo, soledad, silencio, falta de agua, su gente), lo que me mueve a realizar el viaje es lo que marca la diferencia. Y es lo que quiero compartir con ustedes, a Jesús lo que lo movió al viaje al desierto fue el Espíritu, es el mismo Espíritu que moviliza a la Vida Religiosa hoy. A retirarme, salir, caminar, alejarme, tomar distancia, estar consciente de lo que me sucederá, ya que ese camino y estadía en el desierto es solo una parte, una preparación para lo que debo realizar. Preciosos y valiosos 40 días que el Evangelio ira orientando; el Evangelio dice que después de los 40 días:
«Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios…»
Preparación, para mostrar, testimoniar e invitar con nuestra vida a que “crean en la buena noticia…” Un desafío, constante para las Religiosas/os que este año debemos fortalecer, dar testimonio con nuestra vida que Dios está en medio de esta sociedad un poquito sin Dios, una sociedad que está siendo maltratadora de la infancia, olvidando al extranjero, con una juventud violenta y olvidando a sus adultos mayores. Jesús se preparó y salió fortalecido, convencido de lo que hacía, frente a las situaciones que se le presentaban, enseñaba, consolaba, sanaba, solidarizaba, perdonaba, acompañaba, invitaba a que fueran mejores personas, tenía amigos, gente que lo seguía y le colaboraba en su tarea, predicaba sin miedo, quien lo escuchaba notaba la diferencia le creían, oraba. Los Religiosos tenemos que ser creíbles para quien nos ve y eso se logra si estamos como Jesús llenitos del Espíritu Santo, ese Espíritu que lo sacó de lo que estaba para darle más y que pudiera entregar más, le tenía preparada una misión que solo él podía realizar, igual que la Vida Religiosa solo ella puede dar lo que está llamada a realizar entre los más necesitados de este tiempo.
Podríamos terminar juntas/os esta reflexión, pidiendo al Espíritu Santo que nos ayude a estar atentas/os a su invitación, así como Jesús, salir al desierto, enfrentarme y salir airosa de las tentaciones que me aparecen en el camino, a saciar el hambre que sentiré en estos 40 días, a luchar y ocultarme de los animales que me asecharan, protegerme del frío y del calor abrazador del desierto, a sobrevivir con falta de agua, y con el convencimiento que Dios está conmigo, que estoy para hacer su voluntad en esta sociedad actual.
Gracias por leer esta Reflexión y pensar en Dios para colaborar a que la sociedad sea un poquito mejor.
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