…Si ustedes no se convierten, acabarán de la misma manera…
Domingo 3ro.de cuaresma 2022
Lc.13, 1-9
Hna.Sandra Lucarelli Castagno, rmi
Religiosas de María Inmaculada
Sin duda, el eje de este trozo del evangelio de este tercer domingo de Cuaresma, nos refleja la necesidad de la CONVERSIÓN del corazón. En el mundo bíblico existe la palabra clásica “metanoia” que significa “cambio de mentalidad”. En concreto significaría: “pasar de nuestro pequeño mundo al mundo de Dios”. (Cfr. https://www.iglesiaenaragon.com/domingo-3o-cuaresma-20-de-marzo-de-2022) Pasar de nuestras lógicas, tantas veces egoístas, pragmáticas, pegadas a nuestras pequeñas batallas cotidianas, que nos cierran el corazón a la compasión y a la solidaridad, con aquellos que no responden como nosotros esperamos o creemos que deben hacerlo… Pasar de todo eso, a poder mirar la realidad desde el mundo de Dios, desde su mirada de misericordia, transformadora de nuestras esterilidades, en posibilidades… Para Dios, siempre hay una oportunidad más…, que no tiene que ver con nuestros resultados exitosos, ni con nuestro pecado, sino con la gratuidad de un amor sin límites, que ve ese fondo de “genética divina” en cada uno por haber salido de sus manos… En Dios, nada es proporcional a lo que nos merecemos por mérito propio. Desde “su mundo”, desde su deseo de “hacer redención”, todo es sobreabundante, como bien lo reflejó San Pablo, “allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom.5,20)
Vivimos tiempos tan turbulentos, violentos, donde hacer presente el Reino de Dios en el mundo, entre nuestros seres más cercanos a veces, parece tan utópico… Jesús nos advierte que, si no hay verdadera conversión, acabaremos de la misma manera que los que murieron a manos de sus propios criterios, de sus propios dioses, de sus propios caprichos o costumbres que absolutizaron. Durante mucho tiempo se asoció la prosperidad, a la bendición de Dios y la desgracia al castigo divino, porque Dios se “cobraba” lo que habíamos hecho mal. Jesús nos advierte que no es así… pero que es necesario cambiar. Dios no aplica “regla de tres”, ni cálculos exactos, El es siempre más, siempre dispuesto a esperar los frutos atrasados, de nuestras primaveras desperdiciadas en “mirarnos el ombligo”.
“Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”.
Dejemos que el viñador, remueva nuestra tierra con el poder de su Presencia, de su ternura infinita, de su paciencia sin límites… Si aún así, no dejamos que esto convierta nuestro corazón a la paz, al amor, al perdón y la reconciliación, entonces solos perderemos vida, nuestra naturaleza se desvirtuará y alguien nos cortará y nos desechará, pero será el resultado de una gestión autorreferencial, que no dejó lugar a la fecundación del Amor, a que aconteciera el milagro de dar frutos, a pesar de nuestra esterilidad.