jueves , 26 diciembre 2024
el viento

Comentario Evangelio 24 de Julio

Padre de todas y todos, abrazándonos desde su ternura
(Lc. 11,1-13)

Hna. Rossina Jopia M.
Misionera Dominica del Rosario.

El evangelio que hoy acogemos nos muestra de una manera sencilla, cercana, trasparente el modo de para acercarnos a dialogar, relacionarnos y comunicarnos con el Dios de la Vida, a través del camino de la oración, la cual hemos recibido desde la gratuidad y pedagogía del Nazareno: “Señor, enséñanos a orar…”, esta petición nace de una necesidad de entrar en contacto profundo con Aquel que nos sostiene en diálogo constante y en comunicación activa, haciendo posible el reencontrarse con el Padre de todas y todos, pues Él no deja a nadie fuera de su corazón.

He ahí, que encarnar este evangelio en la realidad que estamos viviendo como humanidad se torna desafiante al clamar y orar por la esperanza de que venga su Reino de fraternidad, sororidad, de dignidad, de escucha, liberándonos de prejuicios hacia aquellos que piensan y conciben la vida desde sus opciones políticas, religiosas y/o sociales…

Solicitamos que no nos deje caer en la tentación de las indiferencias ante los gritos de hombres y mujeres que claman por justicia, reparación, y del cese de toda conducta que genere violentar y/o manipular a quienes nos rodean. Se nos invita a pedir con humildad, que podamos estar conscientes de nuestras actitudes y conductas para no caer en el cáncer de la manipulación, de la corrupción, atentos y vigilantes ante la ansiedad del acumular ideas, saberes, esquemas mentales ya caducados, conformismos, entre otras.  Este modo de orar es el vínculo para encontrarnos profundamente con el Dios de Jesús, impulsándonos a desinstalarnos, nos llama a salir de seguridades, de los apegos a falsas seguridades, de poner todas nuestras fuerzas, para desprendernos de nuestras zonas de confort, que obstaculizan y bloquean que podamos salir al encuentro con nuestras vulnerabilidades, fragilidades y limitaciones, y de este modo estar disponibles para dejarnos sostener, y abrazar por la humanidad de Dios.

Que nuestra gran necesidad, deseos y anhelos sea siempre Jesucristo y su Proyecto por el Reino de Dios. Desde esta vitalidad, estamos convocados hombres y mujeres a ser nutrientes de la savia fecunda de nuestras experiencias de fe, ante el clima de desconfianza, inseguridad social y económica, sumando los diversos rostros que desdibujan la paternidad-maternidad del Dios con nosotros.  En nuestros corazones, tenemos grabados a muchas personas que nos piden tenerlas presentes en nuestras oraciones, sobre todo a los adultos mayores que se sienten solos y abandonados por sus hijos y/o seres queridos, traemos también, a todas las personas que han partido al encuentro con el Padre, por la enfermedad o por circunstancias diversas, entre otras situaciones que anhelan ser acogidos y escuchados por el Padre de todas y todos.

Que la alegría, confianza en tu Palabra Señor, guíen nuestro caminar cotidiano, haciéndose una vez más el motor que da sentido a nuestras vidas. Bendiciones.

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