Carlos Cano, CP
Evangelio según San Mateo 10,16-32
Este pasaje del Evangelio de San Mateo nos sirve de advertencia clarísima, sin lugar a la duda, de lo que les espera a los discípulos del Señor Jesús: PERSECUCIÓN. Jesús ha usado una inteligente pedagogía con sus discípulos y ha ido desvelando progresivamente las consecuencias que tiene seguirle y creer en su Persona.
Es al comienzo del camino cuando les llama y les dice, “os haré pescadores de hombres”. Una oferta atractiva y cautivadora. Ahora estamos al final del proceso y los apóstoles le han visto y oído en mil situaciones; le conocen un poquito más, pero no mucho más. Sin embargo ahora ya les puede hablar con mayor claridad mientras suben a Jerusalén: “El Hijo del hombre tiene que ser entregado…”, por tanto si a Él le persiguen, también a los discípulos les perseguirán y les entregarán a la Sinagoga. La crisis en los discípulos está servida. La conquista del Reino no va a ser fácil; solamente entrará quien se haga violencia y pase por la prueba. Jesús es muy sincero y no quiere dejar nada en el tintero de la duda. “Hay que pasar mucho para entrar en el Reino de los cielos”.
Ante esta postura sincera de Jesús, nosotros también nos encontramos en la misma encrucijada que los primeros discípulos. En primer lugar, ¿lo tenemos claro? No va a ser un camino de rosas el seguimiento, la opción de fe, la vocación consagrada, la vida cristiana. Si queremos ser coherentes de alguna manera nos va a llegar la prueba. De los de cerca y de los de lejos. De los amigos y de los enemigos. El Maestro nos ha dado la lección hablando con nítida claridad y bebiendo el cáliz de su Pasión. Los discípulos son testigos; le han escuchado y le han visto. No es el típico maestro de la ley, es el Maestro y el Señor que enseña y bebe el cáliz.
Después de la lección, “os envío como corderos en medio de lobos”, viene el consejo, “sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas”. Verdaderamente es admirable la grandeza del Maestro que rebosa claridad en las ideas, sabiduría y verdad en sus palabras y ternura y fortaleza en sus consejos. La sencillez de quien se hace como un niño y la experiencia de quien ha crecido en la fe y sabe que no puede engañarse a sí mismo y no puede vivir de apariencias. Es importantísimo compaginar estas dos actitudes evangélicas en el diario vivir del seguimiento de Jesús. Confianza y oración, vigilancia y prevención. La fe en Jesús nos lleva a confiar en El sin límite; es el Señor. “Como niños en brazos de su madre”. “No tengan miedo, Yo he vencido al mundo”. Esto supone una gran intimidad filial y amorosa que nos llena de confianza y seguridad. La oración es el ámbito donde el creyente crece en la confianza y aprende a convivir con la tentación, la persecución y el sufrimiento. Orar sin descanso, en todo tiempo, en todo lugar. Pero al mismo tiempo, astucia, inteligencia, ascesis, capacidad de sacrificio, prevención. El “mundo” usa la mentira y el engaño para confundir, dividir y debilitar. No podemos relajarnos. Está al acecho de cualquier descuido y toda la prudencia es poca para no dejarse engañar.
Este anuncio es una Buena Noticia, es Evangelio auténtico. Seguir a Jesús es compartir su suerte, identificarse con El, imitarle y unirse a su Proyecto salvador. El discípulo de Jesús tiene claro su destino y su camino. Hasta que esto no se aprende y asimila, no somos verdaderamente discípulos. ¿Nuestra existencia cristiana tiene estas convicciones? ¿Nuestra voluntad de seguir este camino de prueba y contradicción es clara y sólida? ¿Queremos un cristianismo facilón, triunfador y blando o, por el contrario, buscamos imitar al Maestro y seguirle has dar la vida por Él?
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