Hna. Claudia González, ap
¿Qué dice la gente… Qué dicen udstedes?
El Evangelio de este domingo nos muestra a Jesús preguntando abiertamente a sus discípulos quién creen que es Él. Hemos visto como las tensiones con los fariseos y saduceos han ido aumentando al punto que, inmediatamente antes de esta pregunta, Jesús les ha prevenido de la doctrina (enseñanza) que ellos imparten.
Y es que Dios respeta la consciencia de cada persona, aquel núcleo profundo dónde Él se va revelando; quien es capaz de detenerse y hacer una profunda lectura de las experiencias, motivaciones, creencias que le van moviendo en su propio pensar y actuar puede hacer aquellas opciones vitales que comprometen toda la vida y asumir las consecuencias que implican tanto a nivel personal como social.
El discípulo no está exento de este proceso, la fe es dinámica; cada cierto tiempo se debe volver a revisar las motivaciones que impulsan nuestra acción: los retiros, ejercicios espirituales, tiempos fuertes de oración son espacios que nos ayudan en esto. Pasar de una fe recibida (lo que dicen los otros) a una fe asumida (lo que yo digo) es la primera gran tarea del discípulo que quiere ser testigo y que nutre su acción tanto social, pastoral, misionera.
Qué dicen ustedes… dar respuesta a esta interrogante implica la gracia de abrir el corazón y la mente a aquello que Dios va mostrando en el caminar de cada día, es aventurarse más allá del camino seguro entregado por la LEY y abrirse a las respuestas nuevas que va suscitando el Espíritu.
Tú eres… la respuesta implica una abertura a la gracia, quitar los obstáculos pues el Espíritu no sólo ilumina, también limpia, purifica, desenmascara tretas del mal espíritu que busca confundirnos. Esta apertura es lo que nos permite construir sobre roca, la confesión de fe de Pedro es la roca en la que se cimenta la fe de la Iglesia, comunidad de creyentes, por tanto la roca en la cual cada uno de nosotros debe construir porque “ya no creemos por tus palabras, nosotros mismos…” (cfr Jn4,41)
En un mundo que ensalza cada vez más un individualismo pernicioso que sume en la soledad y la desesperanza, somos llamados a acercarnos al otro, especialmente al que sufre, desde la óptica de aquel que ha hecho de su vida una relación con Jesús y su buena noticia; abrir el corazón al que se encuentra herido a la orilla del camino sólo es posible si se ha abierto primero a aquel que vino a mostrarnos el rostro del Dios Abba, Padre, no como concepto sino como fuente de vida.