Ojalá hoy escuchen la voz del Señor
Hna. Carolina Madariaga
Religiosa del Buen Pastor
El tiempo se ha cumplido, esta cerca el Reino de Dios[1]. Así es anunciado el inicio de la vida pública de Jesús; el inicio de la predicación. El evangelio de este domingo hace realidad el anuncio del Reino de Dios, vemos a Jesús como todo buen israelita, se dirige a la sinagoga al lugar de oración, enseñanza y escucha de la palabra. Es en la sinagoga donde se encuentra el hombre poseído de un espíritu impuro, que le grita: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros?”. Desde estas preguntas quiero centrar mi reflexión uniéndola a la primera afirmación.
Jesús Nazareno está en el lugar de la comunidad orante, y es dentro de ella donde nos encontramos todos y todas. Me parece relevante que la persona poseída esta dentro de la comunidad, no es alguien ajeno, puedes ser tu, yo o cualquiera de nuestros hermanos o hermanas. Y la pregunta ¿qué quieres de nosotros? Tiene una tremenda relevancia, es que el mal sabe que puede ser destruido por la fuerza liberadora de Dios; podríamos escuchar a Jesús diciendo: Quiero por amor liberar a este hombre o mujer de lo que le provocas: dolor, separación, violencia, deshumanización. Solo el amor nos libera de toda esclavitud, nos devuelve esa condición primigenia de ser hijos e hijas de Dios, creados a su imagen y semejanza, creados para amar y ser amados como él lo hizo.
Sin embargo, necesitamos reconocer que estamos poseídos, tomados por espíritus que nos engañan dañando nuestras comunidades y relaciones. Mirémonos a nosotros y nosotras mismas, cuantos espíritus impuros tenemos, cuanta soberbia espiritual por creernos poseedores de la verdad revelada; cuanta envidia por la vida de los y las demás; cuantos deseos de exitismo pastoral; cuantas ansias de poder y autoritarismo en nuestras relaciones.
El tiempo se ha cumplido, esta cerca el Reino de Dios, es el kairós el tiempo para dejarnos tocar por la fuerza liberadora de Jesús que tiene autoridad en el servicio salvador; que desea una comunidad con hombres y mujeres sanados, capaces de relaciones profundamente humanas, movidas por el Espíritu Santo.
Que este tiempo tan complejo, donde tocamos todos los días nuestra
vulnerabilidad nos haga capaces de escuchar las palabras liberadoras de Jesús: “Cállate
y sal de esta persona”, que sea su voz la que podamos escuchar en nuestras
comunidades increpando al mal, para que anunciar que el Reino de Dios esta
presente, y repitamos como el salmista: Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: “No
endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto,
cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras”.
[1] Mc 1, 15a