Profetas con Voz, Anclados En la Certeza del Dios Con Nosotros
Hna. Claudia Ximena Lazcano Cárcamo
Hermanas Misioneras del Santísimo Redentor
Evangelio según San Lucas 3,1-6.
En esta segunda semana de adviento el evangelista Lucas nos sitúa en un contexto geográfico, cronológico y político que nos permite comprender como la palabra de Dios nos habla desde situaciones determinadas que han afectado a la humanidad a lo largo de toda su historia. Es desde estas realidades donde Dios dirige la palabra al profeta; un hombre cuyo sello distintivo para Lucas es su tarea evangelizadora, el centro del mensaje es la venida del mesías prometido y el bautismo de conversión. Es la invitación a un cambio de vida, un nuevo camino para recomenzar, es caminar hacia el perdón de los pecados.
Es un relato que plasma el llamado a renovar la opción misionera de la vida consagrada y de nuestra Iglesia. Acción que es capaz de transformar la vida de cada persona abriendo un cauce de alegría, agradecimiento y memoria. Una memoria que reconoce el paso de Dios en su historia. Es la voz y ternura del Padre que no nos deja solos y que nos presenta una nueva forma de dejarnos encontrar por un Dios presente. Es el tiempo de espera y cambio. Es el tiempo del profeta, es el hoy; convulsionado, violento, árido y deshumanizante.
Es el anuncio de la misericordia y reencuentro de Dios con su pueblo. Juan es el profeta de la conversión, es la voz que clama en el desierto. Es tiempo de nuestra conversión, ahora es el momento para detenernos, disponer el oído del corazón. Es prestar atención en medio de tantos ruidos a esta llamada; al grito que emerge del corazón de la humanidad y nos anima a todos a un servicio profético que nos hace salir de nuestras zonas de comodidad y reclama ir al encuentro de los más pobres, vulnerables y perjudicados por las erráticas acciones que hacen bien a una minoría y deja en claras desventajas a multitudes. Hoy Dios nos llama desde nuestros desiertos, desde esas zonas de pastoreo bíblico, a crear espacios fecundos que promuevan el encuentro entre personas; abajando las fronteras geográficas y del pensamiento, es rellenar los vacios de injusticias sociales como son sueldos y pensiones; acceso a la salud y a la educación; situación de migrantes y refugiados, es el llamado a enderezar los corazones que engendran violencia y destrucción. En definitiva, es preparar el camino para devolver la dignidad a cada ser humano sin importar su condición. Es transformarnos en profetas de la misericordia, de la inclusión y del perdón, es ser la voz del consuelo, es trasmitir y permitir que la Buena Noticia se encarne en el corazón de nuestra Iglesia, de nuestro pueblo, de nuestro mundo. Es ser el anuncio de la abundante redención, del Dios con nosotros.
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