Hno. Luis Gmo. Barrios, ssp
Sociedad de San Pablo (Paulinos)
En el inicio del nuevo año litúrgico y en la primera semana de Adviento, razonablemente, estamos todos cansados. Después de un año de trabajo y otros afanes, deseamos que llegue pronto el merecido tiempo de vacaciones.
Pero este año, más que agotados físicamente, los chilenos estamos estresados por los acontecimientos que hemos vivido, algunos de ellos violentos y lamentables, desde el 18 de octubre, dado el profundo descontento social.
Literalmente, ya no queremos más guerra. Esto nadie se lo esperaba. Nadie lo vio venir. Pero llegó. Vino de repente. Y nos golpeó fuerte a todos. Las señales de que esto podía ocurrir, no fuimos capaces de verlas y valorarlas. Tal como le pasó a esta gente de los tiempos de Noé.
Este relato asusta. Acá hay imágenes terroríficas: inundaciones, capturas y delincuencia. Eventos espantosos que ponen en riesgo la seguridad de la criatura humana. Tal como nos ha sucedido en las últimas semanas. Ante hechos como estos, nos damos cuenta de nuestra fragilidad. Hoy estamos “bien” y mañana, en un abrir y cerrar de ojos, nos cambia totalmente el panorama. La seguridad que teníamos se desmorona y pareciera que el mundo se acaba. La psicosis colectiva es alta.
No supimos discernir los signos de que esto podía pasar y poner remedio a tiempo. Pero luego del diluvio, Dios restaura todo. La lectura nos enfoca hacia dos actitudes necesarias que cultivar: La primera: alimentar la esperanza necesaria en tiempos de crisis y desolación que nos hacen creer que todo está perdido, que ya no vale la pena luchar por nada. La segunda: tener los ojos abiertos y dejarnos afectar por Dios, que nos habla, inspira e irrumpe en nuestra propia y concreta historia.
Estar preparados, sobre todo en estos tiempos, es no dejar nada pendiente para mañana, tanto en lo personal como socialmente: pedir disculpas a quien hemos herido, decir te quiero a las personas que amamos, hacer esa llamada, visitar a esa persona que está enferma, hacer ese viaje y reconciliarnos con ese familiar del que estamos alejados desde hace años; no pasar de largo frente al sufrimiento de tantos que están al borde del camino, compartir y buscar la justicia.
En este tiempo de Adviento, tengamos esperanza en que todo irá cambiando. Que llegará el tiempo bendito de Navidad y que el Niño Dios nos traerá cosas lindas. Preparemos el corazón, vistámonos de ternura, decoremos nuestras actitudes para la llegada de una guagua que nos cambiará la vida. La llegada de un niño, significa que Dios no pierde las esperanzas en el ser humano.
Que tengan una feliz Navidad y que seamos capaces de construir tiempos mejores para nuestro amado país.
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