Los saludo en nombre de la Vida Consagrada del Continente, de todas mis hermanas y hermanos dispersos por las parcelas del Reino, en esta tierra y unida hoy, de manera especial a todas las mujeres y a quienes trabajan decididamente por erradicar la violencia contra la mujer.
De la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, hacia el Sínodo sobre sinodalidad, estamos ante un proceso, un itinerario de encuentro y conversión, enmarcado en esa necesaria reforma a la que nos ha convocado el papa Francisco y que supone ubicarnos en el lugar de la humildad. Reconocer nuestro pecado, esas actitudes y modos relacionales que han estado alejados del querer de Dios, porque son verticales y abusivos, poco inclusivos y desprovistos de misericordia.
De la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, hacia el Sínodo sobre sinodalidad, hay una urgencia, se trata de una nueva mirada contemplativa, más teologal y encarnada, más capaz de reconocer al Dios que acontece en el territorio de lo humano y que invita hoy a la Iglesia a la plenitud de la relación.