«La libertad no es hacer lo que uno quiere» y es verdadera cuando se expresa «en lo que parece ser su contrario, el servicio»: lo ha dicho el Papa Francisco en su catequesis de la audiencia general.
Fuente: Vatican News
«Lo primero que conocemos de una persona es el nombre». Esta observación del Papa introduce la catequesis de hoy que, continuando el ciclo dedicado al Espíritu Santo, pretende reflexionar sobre cómo llama la Biblia a la tercera persona de la Trinidad. El nombre que se le ha atribuido es «Espíritu» y esta es la versión latinizada, pero el nombre por el que originariamente se le conocía e invocaba era Ruach, «que significa soplo, viento, aliento». He ahí el título de la catequesis de hoy: «El viento sopla donde quiere» con el que el Papa subraya que donde está el Espíritu de Dios hay libertad: la libertad de los hijos, no de los esclavos.
El nombre revela a la persona
Francisco señala que el nombre es tan importante que casi se identifica con la persona que lo lleva:
«Nunca es un apelativo meramente convencional: siempre dice algo sobre la persona, su origen o su misión. Lo mismo ocurre con el nombre Ruach. Contiene la primera revelación fundamental sobre la persona y la función del Espíritu Santo».
El poder y la libertad del Espíritu en la imagen del viento
Pero ¿qué nos dice la palabra Ruach? se pregunta el Pontífice. La imagen del viento, recurrente en la Biblia, expresa el «poder» del Espíritu, «porque el viento es una fuerza arrolladora e indomable. Es capaz incluso de mover los océanos». En el Nuevo Testamento, sin embargo, Jesús añade a este aspecto el de la libertad. El viento, observa el Papa, «no se puede absolutamente encerrar, no se puede embotellar ni encajonar». Inútilmente lo ha intentado el «racionalismo moderno», con el resultado de «perderlo, frustrarlo o reducirlo al puro y simple espíritu humano».
«Pero una tentación semejante existe también en el campo eclesiástico, y es la de querer encerrar al Espíritu Santo en cánones, instituciones, definiciones. El Espíritu crea y anima instituciones, pero Él mismo no puede ser «institucionalizado», « cosificado». El viento sopla «donde quiere», así el Espíritu distribuye sus dones «como quiere»».
La libertad es elegir hacer el bien
El elemento de la libertad en relación con el Espíritu de Dios está muy presente en San Pablo, prosigue Francisco, pero esta libertad no es la que comúnmente se piensa. No es «hacer lo que uno quiere», no significa ser libre para hacer el bien o el mal «sino libertad para hacer el bien y hacerlo libremente», es la «libertad de los hijos, no de los esclavos». El apóstol escribe a los Gálatas que la libertad no debe ser «un pretexto para la carne» y que la verdadera libertad es contraria al egoísmo y se expresa en el servicio:
«Sabemos bien cuándo esta libertad se convierte en un «pretexto para la carne». Pablo da una lista siempre actual: «Fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicerías, enemistades, discordias, celos, disensiones, divisiones, facciones, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes». Pero también lo es la libertad que permite a los ricos explotar a los pobres, es una fea libertad que permite a los fuertes explotar a los débiles, y a todos explotar impunemente el entorno. Y ésta es una libertad fea, no es la libertad del Espíritu».
Gracias al Espíritu, libres para servir
El Pontífice cita las palabras de Jesús recogidas por el evangelista Juan: «Si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres» para concluir con una invitación: «Pidamos a Jesús que nos haga, por medio de su Espíritu Santo, hombres y mujeres verdaderamente libres. Libres para servir, en el amor y la alegría».