La humanidad en toda su existencia ha vivido-sufrido el embate de muchas calamidades y hoy nos toca a nosotros estar afectados por el COVID-19. Nuestro país, desde el octubre 18 del año pasado con sus demandas sociales, y desde hace unos meses con el tema de la pandemia, ha debido hacer frente a situaciones de crisis social y sanitaria que dejan al descubierto muchas situaciones de desigualdad y de exigencia de una mayor justicia y equidad.
San Francisco y Santa Clara vivieron en su tiempo en solidaridad compasiva con los leprosos (apestados) y el Pobrecillo de Asís manifiesta en sus escritos, especialmente en el Testamento, que cuando practicó penitencia-misericordia lo que le era amargo se le tornó en dulzura de cuerpo y alma (cf. Test 1-3). De esta manera, no sólo Francisco fue al encuentro de las situaciones de fragilidad-pobreza-apestados de su tiempo, sino que inició un proceso de interioridad para reconocer sus propias fragilidades. Podemos decir entonces que los apestados-leprosos de su tiempo le ayudaron en su proceso de conversión sin por ello buscarlo y de configurarse con el Cristo pobre.
Recordemos el inicio del Testamento de San Francisco:
“El Señor me dio de esta manera a mí, hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia: porque, como estaba en pecados, me parecía extremadamente amargo ver a los leprosos.Y el Señor mismo me condujo entre ellos, y practiqué la misericordia con ellos.Y al apartarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo; y después me detuve un poco, y salí del siglo» (Test 1-3).
Desde esta experiencia fundante de su camino de conversión y vocacionalmente hablando, tanto Francisco como Clara van a experimentarse sostenidos por el Señor y descubrirán que es el Dios de la Misericordia el que conduce sus vidas. Así, desde una conciencia evangélica, afectiva, teológica, creyente y mística, expresan que es el Señor quien los conduce entre los leprosos-apestados; es el Señor quien les da hermanos, hermanas; es el Señor quien le dio a cada uno una fe tal en la Iglesia, etc., viven descentrados-vaciados de sí mismos y habitados-llenos del Dios de la encarnación-pobre-crucificado.
Francisco, Clara y miles más, nos enseñan con su testimonio el valor de la misericordia desde su origen vocacional y durante toda su existencia: “…practiqué con ellos misericordia”, contrario a la indiferencia-apatía. La misericordia propia de Dios y del hombre–mujer, cuando camina según el Evangelio, es capaz de cambiar–transformar el mundo y poner alegría y esperanza en los corazones de las personas.
Vivimos tiempos complejos en nuestra patria y estamos invitados a
misericordiar las relaciones para que brote la fraternidad y las relaciones de justicia y de equidad, y nuevas estructuras sociales-políticas-económicas para que encarnen el sueño de Dios para con su criatura.
En momentos podemos sentirnos abatidos, desconsolados por pérdidas padecidas y sufrir por no poder velar ni celebrar la pascua a los seres queridos; aun reconociendo estas emociones, pero para que ellas no tengan la fuerza de oscurecer la fe y el corazón-mente en nuestras familias, en nuestras fraternidades y en nosotros mismos, les alentamos a cultivar la alegría, la esperanza y el espíritu misionero y solidario que brotan con fuerza en la fiesta de la Ascensión del Señor, y de preocuparse los unos por los otros, ya sea vía teléfono, por las redes sociales o bien otros medios.
Para finalizar y para acompañarnos en este tiempo de crisis social y de pandemia, les compartimos algunas palabras del Papa Francisco, pronunciadas este miércoles 22 de mayo, en la Audiencia General en Roma: “Que Jesús resucitado, con la fuerza de su Espíritu Santo, nos haga portadores de alegría, afiance en nosotros la esperanza y también la certeza de que el amor es más fuerte que la muerte y que triunfa siempre”. “Todos somos portadores de alegría y los hombres y las mujeres que rezan saben que la esperanza es más fuerte que el desánimo. Que la esperanza es la que nos manifiesta que la vida, aún con sus pruebas y dificultades, está llena de una gracia que la hace digna de ser vivida, protegida y defendida”.
Que María Santísima, Nuestra Señora de Carmen, Patrona de nuestra patria,nos cubra con su manto y nos ayude a tomar conciencia de cuidarnos siguiendo las orientaciones de la autoridad sanitaria y ayudando, corrigiendo fraternalmente a los que no obedecen, Y rezar fervientemente por todos los enfermos víctimas de la pandemia como también por todos los profesionales de la salud.
Fraternalmente,
Directiva nacional Familia Franciscana
Hno. Miguel Ángel Áriz,OFMCAP
Hna. Patricia Báez, FMJ
Hno. Jakobus Ginting,OFMCONV
Hna. Vicenta Sebastián,FI
Hna. Marcela Uribe, FMSC
Hno. Isauro Covili Linfati, OFM
Santiago, 24 de mayo de 2020,
Solemnidad de la Ascensión del Señor.
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