En este discernimiento, hemos sentido la urgencia de desaprender las formas anti-evangélicas de ser Iglesia e intuir los signos de su presencia viva, en las “albas de cada amanecer” de esta “hora histórica” y recrear la centralidad de nuestro seguimiento de Jesús de Nazaret y un renovado compromiso, con el Reino y en él, con los más pobres, para vivir nuestro discipulado misionero con sentido, radicalidad y reencanto.