El domingo recién pasado dos compañeros jesuitas de la comunidad de Tirúa fueron violentamente asaltados junto a otras personas que también sufrieron lo mismo. El hecho fue una noticia más de las tantas que suelen presentarnos los medios sobre ese territorio.
Además de robarles el vehículo, fueron insultados y recibieron algunos golpes. Lo más grave vino mientras se alejaban del lugar, momento en el que les dispararon. David Soto no fue alcanzado por los disparos, en cambio Juan Fuenzalida recibió el impacto de varios perdigones en su cuerpo, al igual que Don Víctor, que iba en otro vehículo que también fue robado. A Dios gracias, para ambos, ningún perdigón afectó órganos fundamentales, ya que disparos de ese tipo pueden provocar gravísimas consecuencias.
Después de haber sido atendidos en el hospital de Cañete, Juan fue trasladado en ambulancia al hospital de Concepción para una evaluación más exhaustiva. Hoy se encuentra junto a la comunidad jesuita de esa ciudad, descansando y decantando -anímica y espiritualmente- la violencia vivida . Agradecemos a quienes le brindaron ayuda en esos momentos y a quienes le atendieron en ambos centros de salud.
Compartir la vida con quienes viven en territorio lavkenche -atravesado por tantos años de despojo y agresión- nos pone en riesgo de sufrir también esa violencia, que lamentablemente tantos otros y tantas otras han sufrido. Nuestros compañeros jesuitas llevan tiempo reflexionando sobre lo que significa vivir en un territorio que ha sido agredido por décadas y que hoy se encuentra en un momento muy complejo.
La historia que ha llevado al territorio lavkenche a estos niveles de tensión tiene que ver con el maltrato histórico a una zona que, tanto en los relatos compartidos con la gente del lugar, como en libros y artículos, se describe muy bien: el despojo, la negación de derechos culturales, la ausencia de diálogo político y la criminalización de demandas históricas, la deforestación nativa y el abuso de la tierra. Pero hoy las dinámicas de violencia que hay en este territorio son cada vez más extremas, algo muy parecido a lo que se vive en otros territorios y en otras comunidades de nuestro país, que están sufriendo la violencia que se ha hecho cada vez más prese te y evide te después del estallido social.
No tenemos respuestas claras para superar esta crisis de violencia que se vive. Las vamos construyendo junto con otros y otras, en comunidad. Tenemos la convicción de que Dios nos ha invitado a caminar en esta tierra lavkenche donde los mismos hermanos y hermanas mapuche nos han acogido. Nos duele profundamente cada herida, cada persona -mapuche o chilena- que sufre, teme o es violentada. Tenemos la certeza de que estamos invitados a colaborar en la construcción de un territorio más sano, más reconciliado, tejiendo redes que ayuden a rearticular el tejido comunitario, de acuerdo con la propia identidad, historia y territorialidad.
Aunque nos haya tocado esta vez sufrir un acto tan violento, queremos seguir caminando junto al pueblo mapuche en este territorio entrelazado de heridas, de historia, de luchas y esperanzas de su gente, de su tierra y de su mar.
Acompañamos a nuestros compañeros de Tirúa mientras van sanando las heridas que este acto dejó en su cuerpo y en su corazón. Caminar así, en comunidad, es una gracia que recibimos de Dios con agradecida humildad.
Provincia Chilena de la Compañía de Jesús
Santiago, 5 de agosto 2021