Este segundo movimiento, nos invita a reflexionar en el discipulado, el cual tiene que expresarse mística, profética, comunional y misioneramente, para que pueda ser una experiencia de desarrollo integral capaz de humanizar a la persona. La humanización de la persona consagrada, como la de toda/o bautizado, sucede en el seguimiento de Jesús en el contexto de una comunidad, este es su horizonte y su espacio vital. El discipulado nace de una experiencia humana envolvente y totalizante y no simplemente de un ejercicio intelectual o de una opción moral.