Animar o reanimar lo que estaba decaído -y fortalecer la colaboración mutua para reanimarse-, ayudará a que la misión del cuidado vaya más allá de las palabras, los documentos, las intenciones, las promesas o las leyes, y tenga en cuenta a las “personas” -a cada persona- que necesita reparación con dignidad, acompañamiento con espíritu y misericordia con justicia. De esta forma, la espiritualidad del cuidado se encarnará en un estilo de vida samaritana y nazarena.
Fr. Jesús García, OFM Cap.