La Santísima Eucaristía está íntimamente ligada a la unidad de la Iglesia. Más aun, la presupone y la exige, ya que es la que hace posible el misterio de la comunión de los santos que encuentra su eje de unidad en el altar. El Hijo de Dios se ha hecho hombre, para reconducir todo lo creado, en un supremo acto de alabanza.