La culminación de la Segunda Sesión del Sínodo de la Sinodalidad marca un momento profundo de reflexión y compromiso en el camino sinodal.
Como Vida Consagrada estamos llamados a interpelar a la Iglesia y a la sociedad con la propia voz profética (DF 65).
En este camino, invocamos a María, Madre de la Iglesia, que en el Cenáculo guió a la comunidad hacia la novedad de Pentecostés. Que ella nos enseñe a ser discípulos misioneros que caminan juntos, construyendo una Iglesia sinodal.