Nawras Sammour SJ y Zerene Haddad, Director y la encargada de comunicaciones del Servicio Jesuita a Refugiados de Medio Oriente.
Siria es zona de guerra. Hace años la población civil vive bajo el fuego cruzado. Son miles las vidas que se han perdido, millones las personas que han sufrido y siguen sufriendo las dramáticas consecuencias de un conflicto que, por ahora, está lejos de terminar.
Zerene Haddad (ZH), encargada de comunicaciones regionales del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) de Medio Oriente, y Nawras Sammour SJ (NS), director regional del SJR de Medio Oriente y África del Norte, en exclusiva para Jesuitas Chile relatan la situación actual del pueblo sirio.
¿Cuál es la realidad de Siria hoy?
ZH: Hay combates en casi todas las áreas del país. Más de 2,8 millones de sirios se han registrado como refugiados en naciones vecinas. Hay más de 6,5 millones de desplazados internos. Alrededor de 250 mil viven en zonas asediadas por la guerra, con escasez de alimentos y medicamentos. El hambre está siendo utilizada como arma contra la población civil. El costo de vida ha aumentado drásticamente y el desempleo es alto. La violencia no disminuye y hay combatientes extranjeros presentes en todo lugar. La salud y la educación se han visto afectadas severamente. Se prevé que Siria podría ser un Estado fallido a finales de año, si el conflicto no se resuelve.
¿Cómo se vive cada día?
ZH: Es una vida muy tensa. Si las personas no sufren por la violencia, los morteros, proyectiles, bombas y balas, lo hacen por la escasez de alimentos, falta de electricidad, agua, gasolina, suministros básicos. La mayor necesidad es de vivienda, comida y atención médica. También se necesita apoyo en educación para niños que no pueden asistir a la escuela. La infraestructura se ha visto gravemente dañada. La mitad de la población ha sido desplazada internamente y un gran número ha cruzado las fronteras hacia el Líbano, Jordania, Irak y Turquía.
EL TRABAJO DE LOS JESUITAS
¿Cuántos jesuitas había al comienzo del conflicto y cuántos hay ahora?
NS: En este momento hay seis jesuitas en Siria. En 2011 había nueve. Lamentablemente dos han muerto y uno dejó el proyecto.
¿Y cómo ayudan?
NS: Participando en asistencia humanitaria a través del Servicio Jesuita a Refugiados y otros proyectos independientes jesuitas que trabajan con los más necesitados, independiente de su inclinación política, creencia religiosa o estrato socio-económico.
¿Es difícil para ustedes estar presentes, considerando que es un país mayoritariamente islámico?
NS: Es difícil porque la situación en general es difícil. Pero, para mí, reunir a la gente a pesar de sus diferencias y trabajar por los sirios de esta forma es vivir el evangelio. Ha sido complicado para todos, no sólo para los jesuitas.
¿Qué es lo más duro que han tenido que enfrentar?
NS: Lo más difícil es tratar de mantenerse moderados frente a la creciente radicalización que existe en todos los ámbitos. No es fácil permanecer neutral. Y, puntualmente, perder a Frans van der Lugt de manera violenta fue algo extremadamente duro para nosotros. Él era un excelente compañero y un líder maravilloso que dejó un gran legado de paz y reconciliación.
MANTENER LA ESPERANZA
¿Se siente miedo?
NS: Por supuesto, es una guerra. Estamos rodeados por la muerte y la crueldad en todo momento. Pero el miedo no nos puede condicionar la vida ni el esfuerzo por hacer algo para ayudar.
¿Qué los mantiene trabajando en el país?
NS: Esta es mi misión, mi lugar en el mundo. Yo soy sirio y he recibido mucho de los sirios. Es lo menos que puedo hacer ahora. Debemos soportar este sufrimiento unidos, sin abandonar a los otros. Aunque estamos rodeados de tanto dolor, también hay muchos momentos de gracia que experimento cada día junto a más personas.
¿Se mantiene la esperanza de lograr la paz algún día?
NS: El pueblo sirio tiene un enorme deseo de paz. Todos estamos cansados de esta guerra, de la violencia; todos decimos, ¡es suficiente! Somos una mayoría silenciosa que quiere hacer oír su voz, suplicando por el fin del conflicto. Todos los días veo gente que hace lo humanamente posible para trabajar por la paz; ésa es mi esperanza y mi fuerza. Veo personas de diferentes orígenes, que tal vez nunca se hubieran conocido entre sí, unidas para ayudar a quienes sufren. Su compromiso en medio de esta guerra es mi esperanza. IHS
Fuente: www.jesuitas.cl Equipo Jesuitas Chile.
Dios mío, nadie entiende la crueldad de la guerra, que llegue luego la paz y termine el sufrimiento.