lunes , 18 noviembre 2024

Spes non confundit: una invitación a la Vida Consagrada

Estimados hermanos y hermanos de la vida consagrada que peregrina en Chile. Estamos a pocos días para iniciar, en comunión con toda la Iglesia, nuestro año Jubilar (15 de agosto del 2024); producto de ello, junto a la Vicaría para la vida consagrada del Arzobispado de Santiago, hemos creado una comisión que está organizando una serie de iniciativas de celebración y formación que deseamos vivir en conjunto. Al iniciar esta pequeña reflexión los queremos invitar a vivir intensamente este año Jubilar como vida consagrada en Chile.

Por estos días he vuelto leer la Bula de convocatoria de este Jubileo ordinario: Spes non confundit. Oportunidad preciada para volver a mirar la realidad y sabernos anclados, no solo para celebrar, sino para renovar con fuerza y decisión aquella esperanza que en Jesucristo se nos hace don vivo y actual para todos.

El Papa Francisco inicia el documento con una cita que san Pablo entrega a la comunidad de Roma: “la esperanza no defrauda” Spes non confundit ( Rm 5,5 ). Con esta frase quiere infundir aliento a la pequeña comunidad de los cristianos en Roma, que también es invitación a cada una de nuestras comunidades. En medio de nuestras dificultades y desafíos que experimentamos en el día a día, la certeza que entrega san Pablo resuena fuerte: la esperanza nunca defrauda.

Por lo tanto, el primer desafío evidente para todos los consagrados y consagradas es volver a reafirmar nuestra esperanza en el Señor, en esa que no defrauda. Prosigue el Papa Francisco: “San Pablo es muy realista. Sabe que la vida está hecha de alegrías y dolores, que el amor se pone a prueba cuando aumentan las dificultades y la esperanza parece derrumbarse frente al sufrimiento. Con todo, escribe: ´Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanz’ (Rm 5,3-4). Para el Apóstol, la tribulación y el sufrimiento son las condiciones propias de los que anuncian el Evangelio en contextos de incomprensión y de persecución (cf. 2 Co 6,3-10). Pero en tales situaciones, en medio de la oscuridad se percibe una luz; se descubre cómo lo que sostiene la evangelización es la fuerza que brota de la cruz y de la resurrección de Cristo.  ( Spes non confundit n°4)

Que invitación más hermosa al iniciar este tiempo de gracia. En medio de la oscuridad, de los problemas y del pesimismo reinante, descubrimos que la fuerza de la evangelización brota de la cruz y la resurrección. Junto a lo anterior, el Papa Francisco vuelve a poner un principio que brota de la propia dinámica de Dios: la paciencia que es de alguna manera hija de la esperanza.  “Redescubrir la paciencia hace mucho bien a uno mismo y a los demás. San Pablo recurre frecuentemente a la paciencia para subrayar la importancia de la perseverancia y de la confianza en aquello que Dios nos ha prometido, pero sobre todo testimonia que Dios es paciente con nosotros, porque es ‘el Dios de la constancia y del consuelo’ (Rm 15,5). La paciencia, que también es fruto del Espíritu Santo, mantiene viva la esperanza y la consolida como virtud y estilo de vida. ( Spes non confundit n°4)

El documento profundiza en la esperanza bajo la categoría de camino o itinerario. Este entretejido de esperanza y paciencia muestra claramente cómo la vida cristiana es un camino, que también necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza, compañera insustituible que permite vislumbrar la meta. ( Spes non confundit n°4) Para nosotros consagrados y consagradas, las categorías de camino o itinerario, nos hace recordar nuestros propios procesos formativos. Miremos nuestra vida; volvamos a observar agradecidos(as) nuestros caminos formativos:  nuestro noviciado, juniorado o seminario. Seamos capaces hoy de proyectar también en nuestros procesos de formación permanente esa esperanza que no defrauda, no nos olvidemos que  aún estamos en camino. No sé si comparten conmigo esta pregunta. ¿Nuestra vocación no es la mejor expresión de nuestra esperanza? Reconocemos que esta esperanza fundante se puede debilitar o peor aún desaparecer; conozco decenas de historias de hermanos y hermanas que han vivido estas dinámicas, desde esta realidad se puede intuir un segundo desafío que me gustaría mencionar: este año de gracias es una significativa oportunidad para renovar nuestra vocación.

Pero este camino al cual nos invita el Papa Francisco en el documento, no solo consiste en alcanzar la esperanza que nos da la gracia de Dios, también estamos llamados a redescubrirla en los signos de los tiempos. ( Spes non confundit n°7).La carta enumera una serie de signos de esperanza que se traducen en acciones concretas.

Un signo de esperanza se traduce en paz para el mundo. No es casual que Francisco comienza con este signo. Nos encontramos en medio de una serie de conflictos militares, que tienen al mundo muy preocupado. ¿Qué podemos realizar como consagrados y consagradas?; la tentación es pensar que esto le compete solo a los lideres mundiales; desde nuestra experiencia de fe tenemos la gran responsabilidad de orar y pedirle a Dios que bendigan todos los esfuerzos que se realizan para encontrar la paz que tanto necesitamos. ¿Qué tan presente está en nuestra oración personal y comunitaria lo que sufre el mundo?

Mirar el futuro con esperanza también equivale a tener una visión llena de entusiasmo para compartir con los demás. Ser capaces de transmitir esperanza y optimismo con nuestra vida. En relación a este tema, algunos años atrás le escuché a un político chileno realizar un crudo diagnóstico de nuestra realidad como país, recuerdo que una persona le preguntó, que podemos aportar como Iglesia a toda esta situación. Desde el mundo político nos pedían algo que nosotros ya hace mucho tiempo lo habíamos percibido y que está en el corazón del mensaje de la Buena Nueva que anunciamos. El poder ser capaces de comunicar esperanza en una sociedad que se alimenta de todo lo contrario como es la desesperanza y el pesimismo. 

Unido a lo anterior, el documento menciona un problema y que lo escuchamos tímidamente por ahí: al parecer lo urgente nos hace tener una mirada a corto plazo o peor aún, ciertas miradas ideológicas impiden el verbalizarlo. Se asiste en varios países a una preocupante disminución de la natalidad. Por el contrario, en otros contextos, culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas. La apertura a la vida con una maternidad y paternidad responsables es el proyecto que el Creador ha inscrito en el corazón y en el cuerpo de los hombres y las mujeres, una misión que el Señor confía a los esposos y a su amor. Es urgente que, además del compromiso legislativo de los estados, haya un apoyo convencido por parte de las comunidades creyentes y de la comunidad civil tanto en su conjunto como en cada uno de sus miembros, porque el deseo de los jóvenes de engendrar nuevos hijos e hijas, como fruto de la fecundidad de su amor, da una perspectiva de futuro a toda sociedad y es un motivo de esperanza: porque depende de la esperanza y produce esperanza. ( Spes non confundit n°9)

Un acento importante en esta invitación del Papa Francisco es la invitación a ser “signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penurias” ( Spes non confundit n°10). En las personas privadas de libertad, con nuestros hermanos enfermos, con los jóvenes, con nuestros hermanos migrantes, con los ancianos y con los millares de pobres que carecen lo necesario para vivir.

Para nuestra vida consagrada esta invitación, no es para nada ajena a lo que intentamos hacer cada día en los distintos apostolados donde nos desempeñamos. Este jubileo será una enorme oportunidad para poder renovar nuestra esperanza especialmente en nuestro servicio.

El próximo Jubileo, por tanto, será un Año Santo caracterizado por la esperanza que no declina, la esperanza en Dios. Que nos ayude también a recuperar la confianza necesaria —tanto en la Iglesia como en la sociedad— en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación. Que el testimonio creyente pueda ser en el mundo levadura de genuina esperanza, anuncio de cielos nuevos y tierra nueva (cf. 2 P 3,13), donde habite la justicia y la concordia entre los pueblos, orientados hacia el cumplimiento de la promesa del Señor.

Dejémonos atraer desde ahora por la esperanza y permitamos que a través de nosotros sea contagiosa para cuantos la desean. Que nuestra vida pueda decirles: «Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor» (Sal 27,14). Que la fuerza de esa esperanza pueda colmar nuestro presente en la espera confiada de la venida de Nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la alabanza y la gloria ahora y por los siglos futuros. ( Spes non confundit n°25)

Estimados hermanos y hermanas. Les invito a leer con espíritu de fe esta carta del Papa Francisco. Volvamos con más energía a nuestra única Esperanza, en Aquel que nos ha llamado y quien hemos consagrado nuestra vida.

 Que Dios y nuestra Madre nos acompañen a vivir este año especial.

Fr. Mario A. Salas Becerra O. de M
Presidente de CONFERRE

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